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Donnerstag, 14. Februar 2013

Poetango del boliche – Raúl González Tuñón

Poetango del boliche

En cada puerto –en cada pasión– hay un boliche
custodiando el espectro de poemas no escritos
o que un día olvidamos en las fondas lejanas.
Buenos Aires contiene la vaga antología
de las perdidas voces que escaparon al verso.
Y el ángel del boliche, poeta desvelado,
inventa el barrio, el buzón, los gorriones, la lluvia.
Guarda la llave del recuerdo.

Refugio de estirpe de gentes con esquina
tiene algo de barco en su anclada aventura
y aún oscuro da luz su fraternal recinto,
como el silencio a veces dice cosas
en donde el tango oculta su diamante sombrío.

Devorador del tiempo, de pronto se ilumina
cuando una estrella mínima se enciende en la victrola
y se mete en la noche,
hermana mitológica de la luz y la niebla.

Virtual viejo patriarca del arrabal tendido
gobierna el territorio del vino y la guitarra
y en sus fieles maderas de concentrada rosa
escribió la amistad su remoto estatuto.

Y se hizo más íntimo y se abrió hacia el futuro

El día que interrumpieron en la pequeña magia
de su dibujo múltiple: Nicolás Olivari
–con su traje ruidoso y su andar felino–,
mi hermano Enrique, el hombre que tuteaba al Destino

Y Carlos de la Púa, el Pibe Ernesto y yo.

A la hora en que el alba viene con su cerrojo
a su tibio decoro penetran los fantasmas 
de los antiguos clientes ya finados
y levemente flotan sobre el billar dormido
y la escondida mesa donde estuvo
la gorra del obrero y el puñal fugitivo.

La intemperie, por años, patino la ventana
que en inverno sacude la ráfaga furtiva
e introduce de súbito su invisible gaviota.
Y a la hora en que el tiempo a su vez lo devore y sea el fin 
que flanqueen su tránsito hacia la otra orilla
y a la última calle para siempre cortada,
una botella, una baraja, un poeta, y un viejo malandrín.

Raúl González Tuñón